Crónica de un viaje a Tahití

Por Bruno Monteferri

12 días en Tahití, tres crecidas. Dos días de Teahupo’o de 4 a 6 pies, con buenas condiciones.  Dos crecidas sólidas, pero no perfectas, corriendo con dos personas a máximo 8 personas en los momentos más crowd -porque los locales esperan los días en que Chopo se pone perfecto-. La primera el día que llegué y la segunda el día que me fui. Y la crecida del Code Red 2, un privilegio ser testigo de una crecida que quedará escrita en los libros del surf. Esta es una crónica de un viaje, que en varios momentos se sintió como un sueño. Pero más que nada es una crónica personal, de un tablista limeño promedio, que a puertas de cumplir 40, decidió aventurarse a probar suerte en las que muchos llaman, la ola más peligrosa y hermosa del mundo.

Decidiendo ir a Tahití
Los Órganos, Marzo.

En un afán de cambiarle de tema a Mateo Melgar, que no paraba de hablar de los bitcoins, le dije que tenía salvoconducto de mi jefa para hacer un viaje de un par de semanas para festejar la llegada de los 40. Tenía que estar en un matrimonio a fines de julio en San Francisco y de ahí podía tomar el vuelo. ¿A dónde voy? – le pregunté. ¿A dónde? ¡A Chopo! – me dijo Mateo, sin dudar y con una claridad mental que me dejó la semilla implantada en el cerebro. Regresé a Lima, vi los vuelos para ir a Fiji, que había sido el lugar al que había pensado ir: costaban 2.5 mil dólares y 23 a 30 horas de vuelo desde San Fran. Hice la búsqueda para Tahití y había un vuelo directo de 8 horas por 615 cocos. Las cartas estaban echadas. Vi un par de videos de Teahupo’o y apareció a uno de Bethany Hamilton tirándose un par de bombas, la inspiración final para apretar Confirm payment e iniciar una relación con un lugar que quedaría grabado en mi memoria para siempre.

Los preparativos

Una escapada fugaz a Puerto Escondido previo a un viaje familiar terminaría en un viaje interrumpido por una lesión severa en el cuello por un latigazo en una caída libre, acentuado por el uso del casco. Me lesioné el tercer día del viaje y me tuve que quedar los siguientes días mirando las olas desde la playa con collarín. Hasta dos semanas antes de viajar a Tahití, aun no podía correr olas sólidas y la posibilidad de tener todo organizado para ir a Tahití y no poder correr, parecía una realidad.

Todo mi entrenamiento era en Punta Roquitas invernal. Gracias a la rehabilitación y fisioterapia, en las últimas dos semanas pude correr Villa, Explosivos, y sentirme un poco más seguro. Pero aun con el miedo de que al primer pato en Teahupo’o regresaría a fojas cero y no podría correr el resto del viaje.

Esas últimas dos semanas, ya comencé a ver el pronóstico de las olas que venían, y todo indicaba que iba a estar sólido desde el primer día. Armé mi quiver con Kilmax siguiendo las recomendaciones -algunas bien cripticas- de personas que sabía que habían ido. Mi sugerencia después de haber ido es ir con una 6,0 a 6.2, una 6.3-6,4, una 6.6 y una 6.8 para quienes son goofy. Todas bien remadoras y con rieles no tan anchos. Los regular pueden ir con tablas un poco más chicas, en lugar de la 6,8, una 6.4 o 6.6 extra.

Mientras más se acercaba la fecha del viaje, estaba claro que llegaría del avión a una primera crecida sólida, pero con vientos no muy buenos. Y había una segunda crecida que se proyectaba mejor. Con el paso de los días, cada día fue mutando a algo más grande hasta convertirse en la crecida más grande de la última década y bautizada como CodeRed2.

Día 1 del viaje c. 10 de julio.
Reporte de Surfline. General 4 a 5.5 m. Swell primario 2.8 m. 16 segundos. Dirección 206. 

Nubes grises con la primera luz. Las hojas de las palmeras anuncian la presencia del viento. Camino por primera vez hacia The Point, la punta desde donde se ve y remas hacia Chopo. 4 locales están mirando las olas. It’s bombing – me dicen. Me quedo 15 minutos viendo las olas, tratando de descifrar la entrada y salida. Les pregunto si van a entrar. It’s super sketchy – me dijo un bodyboarder al que le dicen Babino, que un par de horas más tarde se tiraría una de las bombas del día. Regreso a tomar desayuno y en un chat de surf de amigos de Perú, me preguntan cómo esta y les cuento que esta achori. Ponte cholo y al agua – me dijeron. Le pongo la cera y quillas a la Klimax 6.8 shapeada para Diego Medina que agarré el ultimo día antes de subirme al avión. Voy de vuelta al mar a ver las olas. Un arcoíris pinta el cielo, literalmente encima de Chopo. Dos botes y algunas personas se ven flotando en el agua. Con las mismas, al agua. Entrando me cruzo con Zac Haynes (un charger  australiano de aquellos) nadando contra la corriente, buscando su tabla. – Qué tal las olas? – le pregunto. “Not perfect but there are a couple“.

Mientras sigo remando y bordeando el arrecife -ritual de 20 minutos que hice con cada entrada y salida- pienso en la última bomba que vi de Zac corriendo The Right en Australia, y trato de imaginar cuál será su punto de referencia para un par buenas… Mientras me acerco se ve cada vez más la fuerza de la ola y realmente es imponente. Lo que no se ve tanto en los videos es que cuando Chopo está grande, tienes que salir al toque porque una derecha se viene con todo y explota en la zona más seca del reef. Es el sitio donde no puedes estar.

Mientras más me acerco, más imponente se ve. Dos personajes internos me acompañan en este viaje solitario y me hablan directo al oído. El palomilla, ese que esta siempre atento a la chacota, y que me hace acordar de mi pata de toda la vida Lechón Ortiz de Zevallos, alza la voz: Querías venir a chopo, ahí está pe, plato bien servido.– Me tiro un poco de agua en la cara, y me digo a mí mismo – Enfocado cholo, que para esto has venido.

En el Point solo hay 8 puntas. Los 4 locales que vi afuera y 4 hawaianos: Kala Grace (que de verdad lleva consigo la gracia de la humildad), Kalani Rivero (que es mitad peruano y 100% full energía), Noah Beschen (que hizo historia en ese viaje) y un chibolo Dakota Riley. A casi todos les doblo la edad, pero la mayoría ya han venido varías veces. La serie se demora en entrar, pero cuando entran, están sólidas. Difícil describir la cantidad de agua que se mueve y lo rápido que hay que tomar la decisión de ir. De la nada aparece una pared de frontón que sabes que se va a poner doble en una milésima de segundo, y tienes que remar apuntando a la lata de la pared o a la pantorrilla de la ola, porque si estás de la mitad para arriba es más que probable que te vayas en caldo con el lip directo al reef y a la poza. “You have to be under, but not so much…” es lo que me dijeron. Las sures se ven como olas mas normales, pero las que vienen con west, son criaturas marinas que no había visto antes… y eso que no estaba muy west.

Mi primera ola, fue de salón. Por no saber qué tan rápido se iba a tirar el west bowl, me faltó estar más deep pero la primera imagen del labio de la ola turquesa encuadrando las montañas verdes la recordaré siempre. Es pura magia el lugar.

Después de una hora, entró el viento y el mar creció más. El crew de hawaianos, los locales y los fotógrafos se fueron y nos quedamos 5 en el agua intercambiando olas hasta el mediodía.  Dos californianos, Lucas Godfrey a.k.a @skywalka y un tahitiano bodyboarder. Skywalka y el tahitiano eran los que se llevaba las bombas verídicas que entraban cada 30 min. El nivel de compromiso para irte en una de esas es de otro nivel y en mi primer día, con el mar movido y con viento, aun sin probar el cuello bien, definitivamente no estaba listo. Rodrigo Reinoso, un peruano que se la pasa buscando buenas olas por el mundo y a quien le escribí preguntando qué tablas llevar, ya me había adelantado que tirarte una de las sólidas en tus primeros días en chopo es para espíritus endemoniados como los de Russel Bierke y no para el común de los mortales. Entendí bien a que se refería ese día, en el que con paciencia me fui en olas bien escogidas, construyendo confianza con cada ola y aplaudiendo con total respeto a quienes se tiraban de cabeza en esos cilindros de 3 metros plus con aliento de dragón.

El momento más bravo de esa sesión fue después de mi octava ola y de 4 horas en el agua. Una medianita. Ni bien baje vi la banana del west bowl adelante así que pumpee como desquiciado, agarrando una velocidad increíble que me dejó pasar la primera parte de la banana pero no logré salir. Atrás vino una de las series del día. Remé con todo y logré fondear la primera pero me retrocedió y me dejó en posición de jaque para ser fulminado por la gran kahuna que vino atrás. Una masa de 3.5 metros bien puestos que iba succionando un volumen descomunal de agua a su paso tapó el horizonte.  Remé literalmente por mi vida mientras todo el reef se secaba y yo me resignaba a lo inevitable. Nadie venía en ola, así que decidí soltar la tabla y bucear, con la intención de ganar distancia de la explosión en las profundidades como tantas veces he hecho en Villa, la playa donde aprendí a correr olas. Ni bien metí la cabeza al agua vi el reef a 40 cm. Ya fui – dije. Pero el universo me dio una segunda oportunidad -espero por el buen karma acumulado protegiendo olas-y sentí la ola reventando justo cuando pasaba mi pie y por suerte no me chupó. Había un bote con un par de turistas viendo la escena con los ojos bien abiertos. Después de dos días de viaje, de no haber dormido mucho la noche anterior y de casi pasar a otra vida convertido en molusco, estaba más que listo para dar por terminada mi primera incursión, aun con la frente en alto y sin mayores incidentes. 

@babinoo “Sketchy morning”

Dia 2.
Reporte de Surfline. General 2.4 a 3.7 m  / 2.1 m 15 segundos 212

El mar estaba más chico y acomodado, pero aún entraban series de más de 2 palos. Desde las 6 hasta las 7.30 corrimos solos con dos californianos y Michael, un brasilero que se hizo mi partner en esos días, entró por primera vez a ver la ola desde el canal. Fue la sesión que necesitaba. No estaba perfecto, pero hubo buenos tubos, un buen pato que me mandó al reef de espalda y con las mismas a la laguna. En general, buenas condiciones y hartas olas para todos. Luego entró el viento y entraron más personas, pero por momentos, cuando llovía, se acomodaba de nuevo.

Dia 3. 12 de Julio.

El día previo al CodeRed2, corrimos en la mañana y en la tarde con las primeras olas que comenzó a mandar la crecida, pero nada especial. La onda que se sentía en la isla era solo de anticipación de lo que se venía, nadie sabía que iba a pasar el día siguiente.

Dia 4. 13 de julio. 
Forecast de Surfline. 7.6 a 9.1 m. Primaria. 4.2 m. 18 segundos. Direccion 198.

A las 6 am, con la primera luz, voy a ver las olas. Aun nadie se asoma. Me trepo al almendro en el Point para ver las olas de este swell histórico, un árbol relativamente grande que el día de mañana encontraré flotando en el mar, arrastrado desde la raíz, junto a una de las duchas de cemento… también destruida por el oleaje.

Con la salida del sol, llegan las primeras olas y tienen una magnitud excepcional. Mateia Hiquily, leyenda local con quien me estaba quedando, me dice: “the ocean is hungry today”. Le pido a Mateia que me preste su paddle para ir a ver las olas, pero me dice que voy a terminar en Hawái y que no es una buena idea. El mar, literalmente, parece un río que se desborda y está fuera de control, y el swell recién comienza.

Lucas Chumbo aparece en escena. Le pido unos saludos para SurfPlace. La energía ya está acá, it’s real – dice. Y cargado de energía se va a alistarse. Me fui caminado a la Marina para ver si podía salir en un bote, pero policías estaban parando a todos los que tenían la intención de meterse al mar.

De regreso, me topo con Eizmeo viendo las olas. Sabe que es su swell. Lo ha estado esperando. Pero cuando ve el primer set que tenía 10 palos, no lo podía creer. Fue un lujo ver su reacción ese momento y verlo desbordado de emociones, gritando y luego irse corriendo, para alistarse a meterse al mar.

Cuando llegué a The Point a ver las olas desde el almendro, 6 jet skis pasaron rápido regresando de vuelta a la Marina. En el primer jet ski iba alguien apoyado con la cabeza llena de sangre. La playa estaba en silencio total. Una hora más tarde nos enteramos que era Manutea, un local amigo de Mateia al que conocí un par de días después. “La próxima vez me tiro una más grande y más deep… si alguien se atreve a towearme”… dijo sonriendo, con cuellera y con vendas en la cara y cabeza, hinchada por los puntos y morada de los golpes contra el reef… mientras se tomaba un whiskey. Mateia me dijo que Manutea se mete unos tubazos en chopo con una 5.9 o una 8.0 pies.

El resto de lo que pasó ese día lo pueden ver en el especial de Surfline. Nosotros lo pasamos en la montaña frente a Teahupo’o, un verdadero espectáculo. Dos momentos que fueron de película. El primero, cuando un fotógrafo (@anuanualucas) se metió remando desde el beach break, con aletas y con la cámara en mano. Pensamos que la corriente se lo llevaba hasta una derecha criminal que esta al otro lado del pass de Teahupo’o. Otro caso es el de Andy Woodward, un fotógrafo, mitad peruano, pura buena onda y con un talento nato para los videos, que hasta hace un año no sabía mucho de surf y que ese día estaba flotando tomando fotos desde el agua. Cuando le pregunte que tal, me dijo que era “super scary” cuando de pronto todos los jet skis se iban y el se quedaba solo tratando de tomar fotos a merced de lo que hacía la corriente hasta que pasaba el set. Andy es un ídolo detrás del lente y editando, chequeen su chamba que ya está dando que hablar. Link a video.

14 de julio. 6.3 a 7.6 metros.

Dia de tormenta y viento. Las olas siguen gigantes. Decidí ir a correr por el bosque temprano y ver si una ola que un local me había dicho para correr el día anterior estaba funcionando. Todo estaba desatado y el mar no quería recibir a nadie ese día. Las casas inundadas, muebles en la calle malogrados, muelles rotos. El único sitio donde la gente corrió ese día fue en Moorea.

15 de julio al 19 de julio.

Un par de días de viento con olas después del mega swell y un par sin viento pero con pocas olas. Todos los días igual entré al agua, ya sea en Teahupo’o, en otras olas cercanas y en Moorea. Siempre hay olitas en Tahití, varias que requieren ir en bote, y también en Chopo, así no esté perfecto. A Moorea por otro lado, se va en ferry desde Papeete, 1.30 min en carro desde Teahupo’o y 30 min de ferry. La isla la recorres toda en menos de 2 horas en carro y tiene varios buenos spots para correr, bucear con tiburones y rayas, y pasar unos días soñados si vas con tu pareja y familia. Si vas solo, la pensión Motu Iti, está al lado del Hilton, te dan kayak y desayuno y cuesta menos de 30 cocos por noche. Puedes alquilar una moto (con el app Hello Scoot) o un carro al lado del puerto donde llega el ferry, o tirar dedo- que fue lo que terminé haciendo porque ya no habían motos cuando llegué. La gente que me llevó fueron en su mayoría mayores y en carros que se han usado para la chacra. Onda polinésica de alta gama.

20 de julio. Forecast: 0.3 overhead a las 9 am y Double overhead para la tarde

Teahupoo amaneció sin viento y con olas de metro y medio a 2 metros. Conforme avanzó la mañana se puso más glass y fue creciendo. Un verdadero manjar. Las olas más perfectas que he corrido en mi vida. Fue el único día con olas glass que me tocó en el viaje. Durante una hora de la fiesta de tubos, dos nueva zelandeses buena onda sacaron unas fotos desde el agua que acompañan esta nota. Agua cristalina, sol, arcoíris y un crowd lleno de buena onda. Entré con la primera luz a las 6 am hasta las 11 que comenzó a entrar el viento.

Almorcé, trabajé un rato y a las 2 entre de nuevo hasta las 6, que se hizo de noche. La sesión de la tarde fue solo con Sally Fitzgibbons, Morgan Cibilic, Liam O’Brien y un nuevo zelandés. Solos 5 personas y las olas ya estaban de 6 pies a 8 pies pero con un poco más de viento que en la mañana. Ese día me tiré todo lo que el mar me mandó. Me sentía con ritmo y con ganas de más.

21 de julio. 2.4 m a 3.7 m, 2-3 times overhead.

Último día en Tahití. El mar estaba bastante más grande que el día anterior pero el mar amaneció movido y más sur. Mateia, el local con quien me quedaba, también fue a verlo y me dijo, “looks big but tricky. Some open, but many are clamping, too South” – me dijo. Mateia es un mega charger, gran tube rider, pescador y gran ser humano.  Para mí era mi último día y no había mucha vuelta que darle. Todos los días salvo el primer día y los días del CodeRed había sido el primero en entrar. Usualmente a la media hora aparecían un par de personas que hacían compañía. Así que me estiré tranquilo haciendo tiempo y entré remando lento.

Cuando pude ver las olas de costado, la cosa se veía más que sería. Mucha energía y agua moviéndose, y las series eran como las paredes de frontón del primer día, pero aún más movidas. Ya tenía mis horas de vuelo, sabía exactamente donde tenía que sentarme, pero definitivamente no me sentía tranquilo. La corriente te jalaba hacia el inside y la cantidad de agua que se movía, intimidaba.

La sensación en Teahupo’o esos días se parece a estar en altamar con tumbos gigantes, solo que estos agarran el reef y revientan con una fuerza descomunal sobre medio metro de agua. Ver la sección del inside ledge donde unas de 3 metros plus explotaban, era surreal. Me sentí solo y diminuto. Esperé unos 20 minutos ya ubicado en donde se agarran las olas, triangulando una torre eléctrica con un árbol que hace parecer que la torre tiene un peinado afro, hasta que entró una ola de al menos 2.5 m y con buena proyección pero que tampoco era de las mutantes.

Me tiré al vacío, metí el riel parándome más adelante, apretando bien los dedos del pie y apoyando la mano en la ola, y vi la ola doblarse hasta enmarcar el paisaje. Un cuadro surreal, con el lip allá en las alturas. Salí limpio y con spray. Comencé a reírme solo, sabiendo que estaba lejos de casa pero donde tenía que estar (y no estar).

Una mezcla de nervios y felicidad.  Me quedé un rato absorbiendo el momento vivido, era consciente de que estaba jugando con fuego. Los dos personajes internos comenzaron a hablarme al oído, el chacotero me decía, “te acabas de meter un tubazo y ya vas a salir?” El responsable y cauto, me hacía pensar en las lecciones del BWRAG y Beast Pool Training, y promovia que salga hasta que entren más personas. Decidí agarrar una más y salir hasta que alguien más entre conmigo. Pero mientras me acercaba al point de vuelta vi una aleta de tiburón. Había estado conteniendo los nervios y manteniendo la calma lidiando con los olones, pero sumarle a esta escena la figura de un tiburón así haya sido uno de punta negra como los que había buceado los dos días anteriores en More, rebalsó mi capacidad de mantener la calma y comencé a remar hacia afuera.

Por un momento el chacotero con cero aversiones al riesgo que está dentro de mí, trató de convencerme que era la naturaleza mandándome compañía, pero yo ya había salido de mi zona de confort. “El tiburón es un aviso que ya tienes que salir” – gritaba el personaje cauto que llevo adentro.  No había remado ni 5 min de regreso cuando aparecieron Morgan Cibilic y Liam O’Brien en un Jetski manejado por una de las leyendas locales. Regresé y nos quedamos los 3 solos esperando las olas. Cuando después de 20 min entró la primera pared de frontón, Liam se volteó y se fue directo al vacío. Avanzó, pero no salió.  Morgan dijo que iba a esperar a ver un par de sets hasta tirarse una de esas. Me dio tranquilidad saber que alguien que estaba en el CT estaba con emociones encontradas. Nos terminamos quedando cinco horas en el agua, con dos chibolos hawaianos y dos tahitianos bien chargers. Sally también entró un rato con Ariana, una chica de Nueva Zelanda que tenía los ovarios bien puestos haciendo que las mujeres estén bien representadas. Más tarde Justine Dupont también se puso a hacer step out con Raimana, aunque hubiese sido chevere verla remar como los demás.

Liam fue el más charger de esa sesión, pero en la mayoría de tubos no logró salir. Morgan se fue en una sola de las sólidas pero que fue la más redonda y perfecta, un tubo largo que tuve el gusto de ver regresando al point. Uno de los hawaianos, Ted, regresó con una sonrisa inmensa después de haberse metido el mejor tubo de su vida, después del pato más bravo de su vida que lo varó en la piscina, y de haber roto una tabla, dos pitas y perder su go pro el día anterior. Por mi lado, superé mis propios límites de lo que creía posible. Yo aprendí a correr tabla solo y recién a los 17 años. Por trabajo y mi familia nunca he pasado una temporada completa en olas de consecuencias como Arica, Hawaii o Puerto. Lo bueno es que Villa ha sido mi escuela y mis patas como Lechón siempre me han motivado a ir más allá de los límites.

Desde hace años, desde la primera vez que corrí el Gringo me había preguntado si con mi nivel de surfing, podría meterme a uno de esos tubos en chopos y me preparé mentalmente y físicamente para el momento y responderme a mí mismo esa incógnita.

Después de haber jalado tabla a último momento en una sólida en la que pude haber ido, esperé nuevamente que pase la ronda y llegue mi turno. Ahora sí decidido entró una aún más grande reventando desde el inside pero con una mangasa que se proyectaba. Gabriel Villarán me había dicho un día antes de salir de Lima, en una sesión en Punta Rocas, que esas eran. Y en esa misma sesión un gringo inédito que había corrido Chopo hace años me dijo que “para correr una ola en Teahupo’o realmente tienes que quererla. A mi me rompió el tímpano” – dejando claro que el deseo viene con consecuencias.

Al verla yo sentí que esa ola vino a buscarme desde lejos y que yo había venido desde más lejos a buscarla. Sin dudar ni un segundo, remé y luego vino un air drop de aquellos, con las justas me metí bajo la guillotina y entre a un tubo amplio, de esos que solo he experimentado en casos contados con los dedos de una mano en toda mi vida. De pronto un spray me cegó por unos segundos mientras seguía viajando como si estuviese adentro de una nube, flotando, sin gravidez… pero sabiendo que estaba adentro de un tubo de los verídicos de Teahupo’o. De la nada pude ver de nuevo, y vi un bote y al jet ski en el que estaba Sally Fitzgibbons en el canal. Por no pumpear lo suficiente al final el foam ball hizo de las suyas, pero ese ride fue el pico de una sesión inolvidable. Una sesión en la que hubo tubos con salida y otros sin salida, drops críticos, un pato en los que un bootie me salió disparado del pie y tuve que lidiar con un par de olas en la cabeza con el bootie en la boca para no perderlo. Al salir de un casi double hold down le dije a un tahitiano que estaba manejando el jet ski, “powerful wave”… y  me dijo… “no, today is ok, wait until a big west comes”. Me quedo claro que solo vi un ápice de lo que esta ola es capaz de hacer y agradecí haber salido ileso de este primer encuentro.

Ese día al salir de Tahití con rumbo a San Francisco, un tahitiano buena onda en migraciones me preguntó… “did you came for the competition”-. …  “No,…. I came for my heart” – le respondí, de manera instintiva y genuina, con una mano sobre el corazón, sintiendo el Mana de Tahití latiendo fuerte desde lo más profundo, allí donde se tejen los miedos y los sueños, que nos hacen sentir vivos.

…..

Espero que este texto inspire a otras personas que están buscando nuevas fronteras en su surfing y vida en general, a hacerlo. Ya sea pasando de triángulo a la herradura, de las derechas de Sanbar a Peñascal, o de ir con mucho respeto a lugares como Teahupo’o. Para mi, fue mi primo Giancarlo Sarmiento, surfer de corazón que me inspiró al venirse solo a chopo hace un par de años. Gracias colorado, maestro, y Mateo por marcar el destino con el mismo ímpetu con el que rema lo que venga en el mar, y a quienes mandaron buenas vibras y consejos antes y durante el viaje. Lo que me queda claro, es que son varios con quienes compartimos en olas de consecuencias, que la harían linda por allá, es cuestión de tomar la decisión de ir.

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