¿Cómo funcionan las nuevas tecnologías que reducen el riesgo de un ataque de tiburón?

¿Funcionan realmente?

¿Funcionan realmente?

Este sábado 13 de julio concluirá la “Semana del Tiburón”, el famoso programa de Discovery Channel que suele emitir una serie de programaciones especiales sobre el famoso depredador marino.

Y aunque las aguas frías de nuestra costa no resultan nada atractivas para estos animales, las noticias sobre ataques de tiburón que ocurren alrededor del mundo cada cierto tiempo suelen erizarnos la piel, y nos lamentamos por el trágico destino de las víctimas, sobre todo cuando le ocurre a otro surfista como nosotros.

Solo el 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos, se registraron dos nuevos ataques el mismo día en Florida, el hogar de Kelly, también conocida oficialmente como “la capital mundial de las mordeduras de tiburón”. Y aunque los medios locales emprenden campañas de prevención informando a la población de la mejor manera posible, poco parece lo que los pobres humanos podemos hacer ante un riesgo de peligro real en el mar.

Hasta ahora nada nos hace pensar que los ataques de tiburón son parte del pasado. Todo lo contrario:

El año pasado tuvo el mayor número de muertes globales por ataques de tiburones (14, cuatro de ellos a surfistas) en los últimos 20 años y un número más alto que el promedio de ataques totales globales (91), informó Stab en un artículo de investigación que también explora algunas posible soluciones ante este dilema con el que algunas comunidades de surf están obligados a convivir.

En junio pasado, Bethany Hamilton apareció en redes portando un dispositivo Sharbanz en su tobillo.

Se trata de nuevas tecnologías que buscan reducir el riesgo de un ataque mortal y que recientemente han salido a la luz. ¿Cuáles estos nuevos dispositivos?

Repelentes magnéticos: Ocean Guardian y Sharkbanz

Aunque existen numerosas tecnologías para disuadir a los tiburones en el mercado, que van desde ceras que los repelen hasta repelentes en aerosol y trajes de neopreno camuflados, según se lee en el artículo de Stab, el medio prefiere no incluirlos ya que el resultado de estos, según los expertos, han sido decepcionantes.

El artículo se centra más bien en dos nuevas tecnologías:

Los repelentes magnéticos para tiburones, como los desarrollados por Sharkbanz, y los repelentes de campo eléctrico, como Ocean Guardian. Esta es la tecnología que los expertos han probado más, de la que más nos han hablado y es la que más promesas ofrece basada en datos. En pocas palabras, ambos productos tienen como objetivo disuadir a los tiburones creando una sensación desagradable en la “ampolla de Lorenzini” del tiburón, el órgano sensible que ayuda a los tiburones a detectar a sus presas al detectar los campos eléctricos emitidos por la presa.

Y a pesar de que hacer pruebas o experimentos para provocar la mordedura de un tiburón no es un asunto nada sencillo, se han realizado algunas pruebas que demuestran la efectividad de estos “repelentes”.

Así funciona, por ejemplo, el repelente de campo eléctrico de Ocean Guardian probada en un situación ‘extrema’ -que consiste básicamente en poner un enorme pedazo de cebo ensangrentado en medio del océano.

En mi investigación, -señaló uno de los especialistas- hemos visto que las tecnologías de disuasión de tiburones como Ocean Guardian reducen el riesgo de mordeduras de tiburón en un 60% aproximadamente.

Incluso, también ha llegado a repelerlos cuando están en ‘modo depredador’, es decir, cuando están totalmente dispuestos a hincarle su gigantesca dentadura a su presa. Según el mismo especialista, este dispositivo es el más eficaz que podría tener el mercado.

Sin embargo, Ocean Guardian no tiene un inversor porque no tiene un mercado asegurado. Al parecer, su instalación sobre la tabla de surf es un problema: se coloca un dispositivo en el track de la tabla y algunos parches sobre la misma para que el “efecto repelente” funcione y se expanda. Algunos surfistas han manifestado que el sistema eléctrico, además de complejo, también los ha “tocado” a ellos.

Por otro lado, mucho más sencillo es el dispositvo Sharkbanz, actualmente promocionado por la mejor surfista que podría promocionarlo: Bethany Hamilton.

En lugar de utilizar un aparato eléctrico sobre una tabla, Sharkbanz crea un campo electromagnético alrededor de su producto utilizando imanes permanentes potentes que son lo suficientemente pequeños como para llevarlos en la muñeca, el tobillo o en la pita.

Y sí, Sharkbanz está en el mercado, y su costo es entre 100 y 150 dólares.

Nathan Garrison Garrison, co-fundador de la marca, le explicó a la revista:

La idea de este producto surgió después de que un tiburón toro atacara a mi amigo en el tobillo en Carolina del Sur, lo que le dejó tendones cortados, un tobillo roto y una recuperación difícil. Afortunadamente, no le pasó nada peor, pero realmente creo que si este producto hubiera existido en ese momento, el tiburón se habría acercado, lo habría examinado y se habría ido. Ahora, después de 10 años, muchas iteraciones del producto, tenemos cientos de historias de personas que afirman que el producto había disuadido a los tiburones en la naturaleza (algunos incluso dicen que les salvó la vida) y muchos estudios científicos que muestran que esta tecnología tiene un efecto significativo en la disuasión de los tiburones. En última instancia, estas anécdotas humanas son casi las más valiosas, ya que probar la disuasión de tiburones con las condiciones exactas a las que se enfrentaría un surfista real es extremadamente difícil.

Pero… ¿funcionan o no?

En el extenso artículo, la conclusión de Stab es que, por diversos factores, es imposible demostrar que estos dispositivos son 100% efectivos, y que colocarte uno no te hace completamente invulnerable a los tiburones. Sin embargo, sí funciona como un dispositivo que ayuda a disminuir y prevenir el riesgo de un posible ataque.

Esta es la web de Sharkbanz por si quieres darle una mirada.

Bueno, aunque por aquí nunca vayamos a ver un letrerito que diga ‘sharky zone’… siempre es bueno estar bien informados al respecto. Y si alguien me preguntara si me animaría a usar esta pulsera en caso de un viaje a la Florida o Australia, digamos, le diría que desde muy niño le agarré fobia a los tiburones gracias a mi madre que me hizo ver la película “Tiburón”, y que de adolescente era fanático del realismo mágico de Gabriel García Márquez.

Con esto quiero decir que no solo me compraría una pulsera antes de meterme al agua, sino dos. Uno para el tobillo, y otro para la muñeca. Así no esté científicamente comprabado que “dos pulseras funcionen mejor que una”. No vaya a ser que…

Por seacaso.

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