Casco de protección: un accesorio que se vuelve indispensable en olas de consecuencia

Si bien el océano suele ser una fuente inagotable de alegría para los surfistas gracias a sus infinidad de olas, muchas veces las mismas pueden jugarnos una mala pasada y regalarnos un buen susto. Y quién sabe si no hacernos vivir una película de terror personal.

Hace poco salió la noticia del fallecimiento de un surfista australiano de 48 años, al norte de Sumatra, luego de que su cabeza impactara contra el arrecife en una sesión de surf.

Es difícil no pensar que aquella fatalidad pudo haberle ocurrido a cualquiera, si bien el sueño de un surfista promedio es conocer los tubos perfectos de Indonesia algún día.

Y si los surfistas menos experimentados son los más vulnerables, esto no quiere decir que los profesionales se libren de tales fatalidades. Al contrario, son los que constantemente arriesgan el pellejo, y la cabeza.

Este año, durante el prestigioso y peligroso Backdoor Shootout, un casco le salvó la vida al hawaiano Kai Lenny, quien es famoso por correr con soltura las olas más peligrosas del mundo.

Viene esto a cuento porque hace poco apareció en Instagram la declaración de un charger hawaiano de la viaja guardia, Ross Williams, para referirse al tema. Así es como empieza el inquietante testimonio sobre el tratamiento de última generación que está llevando acabo:

“En los últimos cinco o seis años, he tenido un par de conmociones cerebrales bastante graves. Dos de ellas fueron en mi lugar favorito para hacer surf, Haleiwa”.

Tampoco olvidemos que durante el verano hawaiano del 2023 fueron varios los casos de surfistas de alto rendimiento que pagaron el pato bien feo, como Joao Chianca y Koa Rotham. Así como también le ocurriera al peruano Joaquín del Castillo en la famosa isla.

Además, fue significativo que durante los recientes juegos olímpicos, el evento deportivo más popular del mundo, no solo vimos a Chianca volver al agua con un casco de protección, sino también al peruano Alonso Correa, quien declaró a la prensa peruana luego de pasar la primera ronda que sentía que el casco era necesario para surfear olas con arrecife.

“Una contusión, o un sangrado interno, y podemos quedar ahí. Varios amigos que también surfean esta clase de olas en Hawaii se han golpeado contra el reef, y las consecuencias han sido graves. Por eso uso casco. La he estado usando en los entrenamientos y ya me he acostumbrado a él. Me siento cómodo.”, declaró el peruano que fue el único de su heat en usar un casco de protección.

Y la gran mayoría de las mujeres también llevó puesto uno durante la jornada olímpica en Teahupo’o.

En años anteriores, no ero usual ver a los pros utilizando este accesorio, pero parece que por la seguidilla de accientes que sucedieron a finales del 2023, se han animado a ponerse uno cuando se trata de montarse en alguna ola peligrosa con reef. También, recuerdo que el verano pasado vi a muchas más personas utilizando casco, y no solamente en una playa con rocas traicioneras en el fondo como La Herradura, sino también en las playas para todos los niveles de la Costa Verde. Especialmente en niños.

Y aunque es cierto que muchos de los más admirados, como Nathan Florence o Koa Rotham, por ejemplo, se rehúsan a ponerse uno porque no lo sienten natural, porque les incomoda, porque entonces la sesión ya no es tan “roots” y sienten que su desempeño no sería el mismo, también es cierto que el casco es un accesorio de prevención que puede librarte de un accidente mortal cuando suceda exactamente aquello que no debía suceder: eso que le sucede a los demás, pero nunca a ti.

En todo caso, cualquiera que sea la decisión que tomemos, ha sido interesante observar como a lo largo del año se ha ido normalizando su uso, sobre todo en la llamada olas de consecuencia, siendo los Juegos Olímpicos de París 2024 la principal vitrina donde vimos a desfilar a varios pros con el respectivo casco, dando el ejemplo al mundo de que ni los mejores están libres de un accidente, y que más vale prevenir que lamentar.

Siempre seremos libres de elegir tener, o no, uno a la mano.